BOMBILLA DE AHORRO
Las bombillas fluorescentes, generalmente conocidas
como "de bajo consumo", consiguen un gran ahorro pero les cuesta
encenderse (tarda unos segundos en dar toda su luz), por lo que son adecuadas
en lugares donde la luz está mucho tiempo encendida.
Investigadores de la UIS trabajan en el desarrollo
de un prototipo que permita reutilizar el mercurio contenido en las lámparas y
evitar que se libere el tóxico vapor. Provocan migrañas, vértigos, eccemas. Si
se rompe una de estas lámparas, el polvo es altamente tóxico.
RIESGOS
La luz de estas bombillas (más intensa que la que emiten
las lámparas de hilo convencionales) podría desencadenar migrañas y eccemas en
personas con la piel fotosensible. Sin embargo, nada se advierte al consumidor
en los embalajes de estas luces.
Este tipo de iluminación emite radiaciones
electromagnéticas que, como es lógico, pueden llegar a alterar determinadas
proteínas de la piel y producir así una reacción alérgica, lo que se llama foto
sensibilidad.
En junio pasado Colombia cumplió un año de haber
prohibido el uso y la comercialización de los bombillos incandescentes
tradicionales (de 100 y 150W), que fueron utilizados por familias y empresas
durante más de 100 años. Con la llegada de las lámparas fluorescentes (o
bombillos ahorradores), la desaparición del mercado de las frágiles bombillas
‘Edison’ era inevitable: mientras éstas iluminaban entre 500 y 2.000 horas, las
ahorradoras alcanzan a estar encendidos por más de 8.000, consumiendo una
quinta parte de la potencia de las primeras.
Aunque el país lleva haciendo esta transición
tecnológica por lo menos diez años, poco se ha hablado sobre los riesgos que
puede traer, para la salud y el ambiente, el mal manejo de los residuos de las
lámparas fluorescentes, que contienen mercurio en vapor, un metal altamente
contaminante.
Las luces son seguras durante su vida útil, pero
cuando se rompen o son tratadas como un residuo común (aplastado, comprimido y
destruido), o eliminadas de manera inadecuada, liberan el vapor de mercurio al
aire, agua y suelo, constituyendo un riesgo para la salud humana y el ambiente.
“Aproximadamente el 80 % del mercurio inhalado se
retiene por el organismo. Una vez absorbido, se distribuye con facilidad por
todo el cuerpo, hasta el cerebro, afectando directamente el sistema nervioso
central. Su inhalación prolongada puede generar mareos, dificultad para
respirar y hasta implicaciones mayores”, dice la investigadora y profesora de
la Escuela de Química de la Universidad Industrial de Santander (UIS) Elena
Stashenko, quien junto al también profesor Jairo René Martínez y un grupo de
estudiantes, trabajan en la construcción de un prototipo que permita extraer el
mercurio de estas lámparas para reutilizar lo en la construcción de otras
bombillas o termómetros.
El poder contaminante de las lámparas inservibles,
insisten los investigadores de la UIS, requiere acciones y campañas fuertes y
de alto impacto que permitan a los colombianos informarse y crear conciencia
sobre el tratamiento que debe dárseles a estos desechos, que es similar al que
debe implementarse para la recolección de baterías (pilas) inservibles . “El
prototipo que estamos desarrollando funcionaría en la última etapa de
reincorporación del mercurio, pero al Gobierno le queda la tarea de poner en
marcha un sistema de recolección y acopio similar al que poseen los desechos
hospitalarios, la gente debe saber que tiene que tener cuidado”.
Sólo en marzo de este año el Ministerio de Ambiente
lanzó una campaña para recolectar bombillos inservibles en más de 100 almacenes
de Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla. Aunque este paso es importante,
también deberá centrarse la atención en la construcción de infraestructura
adecuada para tratar este tipo de desechos.
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